De Lupe Cajías.
Feminismo al cubo:
Una vez más las tendencias feministas en el país tienden a tapar con el discurso mujeril los problemas de fondo como sucede ahora con una campaña “vota mujer” que es al mismo tiempo una propaganda subliminal contra los cuestionamientos a las elecciones del próximo 16 de octubre.
Los slogans repetidos en diferentes radios y medios de comunicación son un respaldo indirecto a las formas del Tribunal Electoral Plurinacional, aunque la simpleza de pensamiento de su Presidente, Wilfredo Ovando, no lo comprenda así por su afán de ser más oficialista que el propio Presidente del Estado.
Entidades agrupadas en la Coordinadora de la Mujer- organizaciones no gubernamentales que últimamente tanto estigmatiza el Poder Ejecutivo- solicitaron en la fase inicial la inclusión de mujeres entre las candidaturas a los diferentes tribunales del Poder Judicial.
En esta última fase piden a los electores “votar mujer”. ¿Cómo podemos entender esas palabras? ¿Debemos ir a las urnas y validar con la marca en una candidatura de cabellos largos aunque no sepamos quién es y qué hizo a favor de la justicia institucional?
¿O tenemos que marcar por alguien simplemente por su la boquita pintada sin preguntarnos si tuvo procesos disciplinarios, sin buscar en los registros del antiguo Tribunal Constitucional o de la antigua Corte Suprema de Justicia que hasta hace poco difundían todos sus fallos?
Con tal que se cumpla un porcentaje de magistrados con faldas, nos aconsejan “votar mujer” sin reflexionar sobre la calidad de la persona, del profesional. Debemos dejar de lado otra candidatura con barba o bigotes aunque tenga mejores condiciones para ejercer la responsabilidad de administrar justicia.
Es la tendencia a creer que los problemas se resuelven por porcentajes. Mientras los resultados son perversos. Desde hace lustros, Bolivia carece de liderazgos femeninos como hubo en los años cincuenta en la política o en los años sesenta y setenta en los sindicatos.
Obviamente es una campaña contra quienes convocan a votar por el No, votar blanco o votar nulo.
Mi mayor crítica a la citada campaña es que además esconde el drama de los peores comicios de la historia de la democracia boliviana. Peores que los de inicios del Siglo XX cuando no había voto universal, o cuando el triunfante nacionalismo revolucionario nombraba a las cortes electorales y aún peores cuando los cuoteos creaban un contra peso. Peores porque ahora hay una impostura que intenta mostrarse como juego democrático cuando no lo es.
Hasta el dictador Hugo Banzer nombró a personas independientes para las elecciones de 1978, al punto que la Corte Electoral anuló las mismas al comprobar el fraude del “verde es mi color”.
En otro momento comentaremos los detalles sobre el TCE, desde su logo equivocado, hasta los anuncios patéticos de que se elegirán ese ratito a las mesas electorales o que se votará en cumunta entre cuatro o cinco en el cuartito o que no habrán pizarras. O ahora mismo que se pide a los medios hacer entrevistas cuando la ley fue por otro lado.
“Vota mujer” o “vota 14”, “vota 28” como ahora se instruye no toca el problema de fondo que nos hará retroceder en el largo camino democrático de tres décadas.
Feminismo al cubo:
Una vez más las tendencias feministas en el país tienden a tapar con el discurso mujeril los problemas de fondo como sucede ahora con una campaña “vota mujer” que es al mismo tiempo una propaganda subliminal contra los cuestionamientos a las elecciones del próximo 16 de octubre.
Los slogans repetidos en diferentes radios y medios de comunicación son un respaldo indirecto a las formas del Tribunal Electoral Plurinacional, aunque la simpleza de pensamiento de su Presidente, Wilfredo Ovando, no lo comprenda así por su afán de ser más oficialista que el propio Presidente del Estado.
Entidades agrupadas en la Coordinadora de la Mujer- organizaciones no gubernamentales que últimamente tanto estigmatiza el Poder Ejecutivo- solicitaron en la fase inicial la inclusión de mujeres entre las candidaturas a los diferentes tribunales del Poder Judicial.
En esta última fase piden a los electores “votar mujer”. ¿Cómo podemos entender esas palabras? ¿Debemos ir a las urnas y validar con la marca en una candidatura de cabellos largos aunque no sepamos quién es y qué hizo a favor de la justicia institucional?
¿O tenemos que marcar por alguien simplemente por su la boquita pintada sin preguntarnos si tuvo procesos disciplinarios, sin buscar en los registros del antiguo Tribunal Constitucional o de la antigua Corte Suprema de Justicia que hasta hace poco difundían todos sus fallos?
Con tal que se cumpla un porcentaje de magistrados con faldas, nos aconsejan “votar mujer” sin reflexionar sobre la calidad de la persona, del profesional. Debemos dejar de lado otra candidatura con barba o bigotes aunque tenga mejores condiciones para ejercer la responsabilidad de administrar justicia.
Es la tendencia a creer que los problemas se resuelven por porcentajes. Mientras los resultados son perversos. Desde hace lustros, Bolivia carece de liderazgos femeninos como hubo en los años cincuenta en la política o en los años sesenta y setenta en los sindicatos.
Obviamente es una campaña contra quienes convocan a votar por el No, votar blanco o votar nulo.
Mi mayor crítica a la citada campaña es que además esconde el drama de los peores comicios de la historia de la democracia boliviana. Peores que los de inicios del Siglo XX cuando no había voto universal, o cuando el triunfante nacionalismo revolucionario nombraba a las cortes electorales y aún peores cuando los cuoteos creaban un contra peso. Peores porque ahora hay una impostura que intenta mostrarse como juego democrático cuando no lo es.
Hasta el dictador Hugo Banzer nombró a personas independientes para las elecciones de 1978, al punto que la Corte Electoral anuló las mismas al comprobar el fraude del “verde es mi color”.
En otro momento comentaremos los detalles sobre el TCE, desde su logo equivocado, hasta los anuncios patéticos de que se elegirán ese ratito a las mesas electorales o que se votará en cumunta entre cuatro o cinco en el cuartito o que no habrán pizarras. O ahora mismo que se pide a los medios hacer entrevistas cuando la ley fue por otro lado.
“Vota mujer” o “vota 14”, “vota 28” como ahora se instruye no toca el problema de fondo que nos hará retroceder en el largo camino democrático de tres décadas.
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